LA RADIESTESIA

Artículo completo sobre la radiestesia: su origen histórico, bases técnicas, funcionamiento energético y aplicaciones modernas. una explicación profesional y detallada sobre cómo la radiestesia permite detectar y analizar campos sutiles a través de instrumentos como el péndulo y las varillas.

MATEO GACIA F.

2/3/20255 min read

LA RADIESTESIA

La radiestesia es una disciplina ancestral que estudia la capacidad humana de percibir radiaciones, vibraciones o campos sutiles emitidos por personas, objetos, animales, espacios o fenómenos naturales. La palabra proviene del latín radius (radiación) y del griego aisthesis (percepción), lo cual resume con precisión su propósito: detectar aquello que no es visible para los sentidos convencionales pero que sí puede registrarse mediante la sensibilidad humana y la amplificación instrumental. Aunque hoy se la asocia comúnmente al uso del péndulo, de las varillas o de herramientas modernas como la antena de Lecher, su historia se remonta a civilizaciones antiguas, a prácticas rituales, a ingeniería minera y a formas de interacción con el entorno que combinaban observación empírica y percepción energética.

Los registros más antiguos vinculados con la radiestesia se encuentran en Egipto, donde en la tumba del faraón Amenhotep II aparecen ilustraciones de sacerdotes utilizando varas bifurcadas para buscar agua. El arqueólogo Sir William Flinders Petrie documentó el uso de instrumentos similares en excavaciones egipcias, lo que demuestra que estas prácticas se utilizaban como herramientas reales y no solo simbólicas. En la antigua China, los textos asociados a la geomancia y al I Ching describen la búsqueda de corrientes telúricas conocidas como “corrientes del dragón”, relacionadas con el Feng Shui primitivo. En Mesopotamia, numerosas tablillas sumerias mencionan dispositivos rituales para detectar vibraciones en la tierra con fines adivinatorios o agrícolas. Durante la Edad Media europea, los mineros alemanes y franceses empleaban varas de avellano para localizar vetas de minerales, como lo documenta exhaustivamente Georgius Agricola en su obra De Re Metallica (1556), una de las fuentes técnicas más importantes de toda la historia de la minería.

El desarrollo moderno de la radiestesia no comienza realmente hasta los siglos XIX y XX, cuando médicos, ingenieros, religiosos y científicos europeos se interesaron por estudiar este fenómeno de manera sistemática. Entre ellos, el abate Alexis Mermet se convirtió en una figura fundamental. Su libro La Radiesthésie Pratique (1928) estableció las bases metodológicas de lo que hoy conocemos como radiestesia mental y fisiológica. Mermet demostró que el operador radiestésico percibe sutilmente estímulos que luego son amplificados por el instrumento, y que el péndulo no se mueve solo, sino que responde a microcontracciones musculares derivadas de señales energéticas inconscientes. Su trabajo influyó en decenas de terapeutas y en la expansión global de esta disciplina.

Otro gran avance ocurrió gracias a Léon Chaumery y André de Bélizal, investigadores franceses que sistematizaron la radiestesia vibratoria. Sus obras La Radiesthésie Vibratoire y Physique Microvibratoire et Forces Inconnues (1936) demostraron que las formas geométricas, los materiales naturales y los objetos físicos emiten microvibraciones que pueden interactuar con el campo bioenergético humano. Sus investigaciones sobre las “ondas de forma” marcaron un antes y un después, pues pudieron clasificar diferentes tipos de vibración según la geometría, la polaridad y la intensidad. Este tipo de experimentación —aunque no pertenece al campo de la física convencional— sí se inscribe dentro de la microfísica vibracional y es ampliamente utilizada en geobiología, radiestesia avanzada y técnicas energéticas como el péndulo hebreo.

Durante el siglo XX también destacaron los hermanos Paul y Jules Servranx, editores de los famosos “Cuadernos Servranx”, considerados una de las recopilaciones más completas de técnicas de radiestesia, radionica y microvibraciones. Sus textos sistematizaron métodos de medición, patrones de respuesta, gráficos radiestésicos, escalas vibratorias y protocolos de diagnóstico energético. Asimismo, científicos como el Dr. Oscar Brunler estudiaron la relación entre ondas cerebrales y percepción radiestésica, como expone en su libro Brain Waves and Radiesthesia (1950). Estas investigaciones proporcionaron explicación fisiológica al fenómeno: el cuerpo humano funciona como una antena que capta variaciones energéticas, las procesa y las transmite como microcontracciones neuromusculares que el péndulo amplifica.

En paralelo, investigaciones bioenergéticas del Dr. Harold Burr en la Universidad de Yale (1930–1950) sobre los “campos eléctricos de los organismos vivos”, conocidos como “L-Fields”, reforzaron la idea de que el cuerpo humano responde a campos sutiles y que los organismos poseen patrones energéticos medibles. Aunque Burr no era radiestesista, su trabajo proporcionó validación indirecta sobre la existencia de estructuras energéticas biológicas. Rupert Sheldrake, biólogo de Cambridge, reforzó esta línea argumentando la existencia de campos mórficos que conectan sistemas vivos a través de patrones de resonancia. Si bien estas teorías son controvertidas en la ciencia oficial, son aceptadas ampliamente dentro del campo bioenergético y coinciden conceptualmente con los principios de la radiestesia.

La radiestesia funciona a través de la interacción entre tres componentes: un emisor (persona, objeto, espacio), un receptor (el sistema perceptivo del operador) y un amplificador (péndulo, varillas, antena o cuerpo humano). Cuando el radiestesista se enfoca en un objetivo concreto, su sistema nervioso capta microvariaciones que el instrumento amplifica. Este proceso fue explicado por Mermet y más tarde confirmado por estudios de microfisiología. El fenómeno es reproducible en condiciones controladas dentro del marco radiestésico, lo que le otorga consistencia técnica aunque no científica en términos académicos tradicionales.

Existen diversas ramas dentro de la radiestesia: la radiestesia física, que estudia las emisiones vibratorias de objetos y formas; la radiestesia mental, centrada en preguntas y respuestas; la radiestesia médica, utilizada para evaluar desequilibrios del campo vital humano; y la radiestesia vibracional, que trabaja con frecuencias energéticas, colores y microvibraciones. La radiestesia médica tuvo auge en Francia gracias a médicos como el Dr. Jean de la Foye y el Dr. Bovis, cuyas obras siguen siendo referencia en la medicina energética contemporánea.

Hoy la radiestesia es utilizada en geobiología para detectar alteraciones telúricas, radiación subterránea, líneas Hartmann y Curry, fallas geológicas y zonas geopatógenas. En medicina holística se emplea para identificar bloqueos energéticos, problemas de flujo vital, emociones estancadas, memorias celulares, patrones subconscientes y desalineaciones del campo energético. En terapias espirituales y vibracionales, como el péndulo hebreo, la radiestesia es la base para detectar parásitos energéticos, larvas, entidades, magias, rupturas áuricas, karmas, pactos y desalineaciones multidimensionales. También se utiliza en psicología energética, sanación transgeneracional, armonización de chakras y terapias del campo sutil.

La radiestesia ha sido incluso estudiada en aplicaciones no convencionales. El ejército estadounidense financió investigaciones sobre percepción extrasensorial, radiestesia y protocolos de respuesta sutil durante el proyecto Stargate (1972–1995), donde se analizaron fenómenos de sensibilidad energética, clarividencia y técnicas radiestésicas relacionadas.

En síntesis, la radiestesia es una disciplina amplia, compleja y profundamente humana. Aunque no pertenece al ámbito de la ciencia oficial, posee un cuerpo documental extenso, histórico y técnico que demuestra su consistencia interna y su eficacia dentro del campo energético. Su valor radica en que integra sensibilidad biológica, percepción sutil, vibración, geometría, microfisiología y tradición ancestral. Es, en esencia, un puente entre la percepción humana profunda y la estructura energética del mundo.

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